SOLO PARA ADULTOS
“…Utilizando un destornillador que
encontró en un rincón del cuarto, el experto palanqueó la cerradura
forzándola causando un poco de ruido. Abrió la primera gaveta donde
encontró una biblia y algunos documentos. En la segunda, una botella de
whiskey medio vacía, una linterna y unas esposas plásticas. En la última
otro grupo de papeles y al lado, una cámara digital. Encendió
la cámara y comenzó a revisar su contenido. La memoria extraíble era de
treintaidós gigas y estaba prácticamente llena donde guardaba miles de
instantáneas y algunos clips de películas. Coloco las fotos en el
formato de galería y procedió a examinar una por una. Se podían veían
imágenes de la iglesia: la fachada, el interior, el jardín exterior. En
algunas otras: paisajes, ciudades y tiendas. Nada fuera de lo normal.
Continuó observando y hubo una que le llamó la atención. Se veía al
público en la iglesia antes de iniciarse la misa, pero se enfocaba
principalmente en los niños. Iba pasando las fotografías y cada vez se
mostraban más reveladoras. Quien capturó las imágenes hizo la toma
empleando el zoom de acercamiento. Los rostros y partes del cuerpo de
los menores eran los objetivos fotográficos. Cabellos, ojos, boca,
cuello, entrepiernas, glúteos. No terminó de ver los retratos ya que
eran demasiadas así que los dejó por un momento y empezó a observar los
vídeos. Eligió uno al azar y lo que vio lo hizo enmudecer de rabia y
tristeza…”
“El monaguillo
se encontraba apoyado con los brazos abiertos sobre un lavamanos
mientras abría la boca respirando entrecortadamente y su rostro señalaba
el dolor que venía soportando, a la vez que el clérigo arremetía por
detrás con violencia, sosteniendo la cámara digital a la altura de su
pecho y con la otra jalaba el cabello del adolescente. Ambos se hallaban
desnudos. La imagen se reflejaba a través del espejo del cuarto de baño
capturando el momento de sodomía en todo su terrible drama. El muchacho
lloraba y decía:
—No, por favor. Ya no, ya no más…
— ¿Cómo que no más?—Decía el cura —di que te gusta. Vamos, dímelo conejito. Díselo a papi…
—Por favor; no más, no me haga más daño…
— ¡DIME QUE TE GUSTA!, ¡DIME QUE TE GUSTA!... — gritaba — mientras le propinaba golpes con la mano abierta en las nalgas, la espalda y el rostro…”
Fragmento de la novela: “El Visitante Maligno II” de Fernando Edmundo Sobenes Buitrón disponible en Amazon (para Kindle)
—No, por favor. Ya no, ya no más…
— ¿Cómo que no más?—Decía el cura —di que te gusta. Vamos, dímelo conejito. Díselo a papi…
—Por favor; no más, no me haga más daño…
— ¡DIME QUE TE GUSTA!, ¡DIME QUE TE GUSTA!... — gritaba — mientras le propinaba golpes con la mano abierta en las nalgas, la espalda y el rostro…”
Fragmento de la novela: “El Visitante Maligno II” de Fernando Edmundo Sobenes Buitrón disponible en Amazon (para Kindle)
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