“…El sacerdote trató de “sanar” al joven por medio de oraciones y consejos a sus padres pero éste; en lugar de mejorar, iba cada vez peor. Se burlaba del clérigo, lo insultaba y despreciaba todo aquello que tuviera que ver con la religión. Decía que era el demonio, gritaba blasfemias y emitía sonidos extraños de animales. Algunos de los pueblerinos juraban que en su comunidad se producían “acontecimientos sobrenaturales”, como en el caso de un becerro que nació con dos cabezas, o cuando una de las vacas parió a un ternero muerto. Otros juraban haber visto al muchacho volar en medio de la noche a través del campo; e inclusive, comentaron que el chico se aparecía en las casas en cualquier momento, caminado en los techos espeluznando a sus moradores… “
“El párroco, siendo incapaz de poder auxiliar al adolescente, solicitó ayuda a su iglesia y éstos enviaron a un especialista. Un religioso exorcista quien se encargó del caso. Luego de un profundo examen llevado a cabo por el referido sacerdote, se determinó que el joven se hallaba poseído por el demonio y que era necesario actuar cuanto antes, para arrojar al mal y salvar su alma inmortal…”
“La ordalía del muchacho duró tres larguísimos y torturantes meses, en los cuales tuvo que soportar sesiones de rezos que se repetían hasta cuatro o cinco veces por día. Ayuno forzoso— para purificar y fortalecer su espíritu—, baños con agua helada —con la intención de menguar la resistencia del demonio— entre otras cosas; además del asedio psicológico y presión religiosa al que fue sometido…”
“Pero el muchacho se hundía en los infiernos cada vez más. Berreaba como un animal y maldecía sin cesar. Sus palabras se convertían en un monzón de insultos cada vez que el sacerdote le mostraba el crucifijo y le arrojaba agua bendita al cuerpo. Lloraba constantemente y hasta suplicaba que lo soltaran—en sus momentos de lucidez—sin embargo, el clérigo insistía en continuar con los ritos eclesiásticos para lograr su cometido.”
“Al final, luego de noventa días de lucha contra el mal y que el poseído no reaccionará a la palabra de Dios, los padres convinieron —pese a las objeciones del exorcista— a llevarlo a un hospital.”
“El joven fue trasladado de emergencia y los médicos al examinarlo se encontraron con un cuadro desolador: neumonía, escorbuto, deshidratación, anemia y una delgadez pavorosa. Parecía un esqueleto viviente rescatado de un campo de concentración. Sus huesos estaban cubiertos frágilmente por su descolorida y delgada piel. Perdió más de treinta kilogramos de peso además de parte del cabello. Tenía escaras en la espalda, así como en otras partes del cuerpo. Decía palabras incoherentes y se había vuelto foto fóbico debido a su forzado enclaustramiento para evitar que se hiciera daño, por prescripción del exorcista…”
“Luego de llevar a cabo una serie de pruebas clínicas entre el médico y el jefe de psiquiatría coincidieron en su diagnóstico: Esquizofrenia paranoide. Trastorno disociativo: demoniomanía. Esta última desarrollada e incrementada debido a los factores externos a los que el paciente fue sometido —en referencia a los rituales religiosos y reforzados por el entorno del enfermo—.
“El psiquiatra recomendó internar al joven en el hospital bajo estricta observación y llevar a cabo un tratamiento por medio de la hipnosis y medicamentos, con el fin de poder controlar sus trastornos…”
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