SOLO PARA ADULTOS.
“…Encerrado entre los árboles,…miraba hacia todos lados buscando una salida; pero solo tenía alrededor una muralla de vegetación y podía oír los pasos de la “cosa” que se acercaban a la carrera. Empezó a retroceder caminando en dirección opuesta a esos horribles sonidos. Sin darse cuenta tropezó con una rama cayendo de espaldas entre la hierba y el lodo.
Producto de la caída, se golpeó la parte posterior de la cabeza y rodó quedando con el rostro embarrado y cubierto de hojas perdiendo el sentido de orientación por unos segundos. Abrió los ojos experimentando un agudo dolor de cabeza. Mirando hacia arriba comprobó con terror cómo los árboles lo habían rodeado por completo y sus ramas se adelantaban como si fueran lanzas tratando de atravesarlo; las copas de los árboles formaron un amenazante y pavoroso círculo a su alrededor como una suerte de prisión sobrenatural. Observando sobre las ramas lo único que pudo distinguir fue el lánguido resplandor de uno de los bordes de la luna que iba desapareciendo como si fuera un eclipse. Trató con esfuerzo de incorporarse pero fue imposible. La monstruosa pata delantera izquierda de la bestia colocada sobre su pecho lo presionaba impidiéndole levantarse. Aquella aberración lo había atrapado. El niño dominado por el pánico permaneció inmóvil, cerrando los ojos, petrificado por el horror y la pestilencia proveniente de ese ser…
— ¡Llegó tu hora, pequeña mierda…!— susurró el monstruo. —Voy a tomarme mucho tiempo para joderte— le dijo al chiquillo.
— ¡ABRE LOS OJOS! ¡ABRREEELOOOSSS…!— ordenó la entidad aullando con furia.
El niño abrió los ojos. Tenía la cara de la bestia apenas a unos centímetros de la suya. El ojo por donde entró la rama se encontraba obstruido, con el pedazo de vegetación aun clavado en éste de donde chorreaba un líquido espeso y amarillento que se escurría sobre el pómulo de aquella cosa. El otro ojo lo miraba con irracional furia, mientras de entre las piernas su enorme, infecto y horripilante sexo se erguía como un asta en ristre. Abrió el hocico mostrando amenazante las hileras de dientes putrefactos, afilados como navajas. El aliento y fetidez de “eso” se introducía por la nariz y boca de su víctima llenándolo por completo de inmundicia y provocándose unas terribles nauseas, apenas superadas por el sobrecogedor momento de pánico por el que estaba atravesando.
La “criatura” abrió aún más el hocico, sacando su lengua mientras la saliva espesa y verde oscura caía sobre la cara del niño. Se dispuso a dar la primera dentellada para arrancar parte del rostro del paralizado infante. De imprevisto el suelo cedió y el chiquillo cayó en un hueco fusco y profundo; mientras aquella entidad permanecía al borde del hoyo mirando como éste iba hundiéndose en la oscuridad. El muchacho caía rodando y golpeándose mientras continuaba descendiendo en ese pozo sin fin.”
— ¡AAAAHHHGGG!— fue el angustioso y terrible grito que salió de su garganta— ¡AUXILIOOOO!...
Fragmento de la novela: “El Visitante Maligno II” de Fernando Edmundo Sobenes Buitrón
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