" El ulular de una lechuza lo volvió a la realidad reparando en lo
intimidante del sitio donde eligió detenerse a meditar. Estaba lejos del
pueblo; en medio del bosque, alumbrado por las luces del automóvil que
actuaban como haces protectores de la tenebrosidad a su alrededor que
intentaba alcanzarlo y ocultarlo entre las sombras. El descenso de la
temperatura se hacía evidente debido a una ligera capa de niebla que
poco a poco iba ocupando el entorno y posándose sobre el agua, flotando
de forma espectral como el aliento de una formidable bestia habitante
del inframundo. El frío empezaba a envolverlo y sentía sus manos
heladas, por lo que decidió volver al auto para regresar al pueblo.
Giró hacia atrás con la intención de volver sobres sus pasos, pero no
pudo seguir avanzando. Algo lo hizo detenerse automáticamente causando
que su alerta interna de pánico se activara encrespándole la piel como
los pelos de un gato cuando arquea el lomo. A unos diez metros de
distancia unas tétricas y difusas sombras de gran altura se hicieron
presente delante del vehículo, cubriendo con su opacidad la luminosidad
que despedía el coche y que dibujaba sus contornos. Las irreales
imágenes emergidas de la niebla empezaron a tomar formas humanas,
emanando una especie de humo negro que contrastaba con la luz procedente
de atrás; poseían cabezas ovaladas, que remataban en cornamentas de
venados. Esas espectrales imágenes habían formado una muralla
sobrenatural que flotaba sobre el piso, mientras el hombre permanecía en
el sitio pasmado por el horror de esa visión emergida de los lúgubres
pantanos de la imaginación de un desquiciado…
…miró hacia los
lados buscando una vía de escape para poder evadirse de esas dantescas
apariciones, pero a su izquierda tenía la cabaña que se encontraba
cerrada y sabía que de nada le serviría guarecerse en ésta, ya que
aquellas cosas podrían franquear cualquier barrera debido a su condición
etérea y sobrenatural. A su derecha se hallaba la vegetación con sus
árboles oscuros y misteriosos que le condenaban a un extravío seguro ya
que no conocía la zona. Tenía a sus espaldas el lago, ahora cubierto por
una cortina de humo blanco tan densa que ocultaba el agua a la vista y
una inmersión en el lago con ese clima tan gélido, le podría costar la
vida debido a la hipotermia.
Haciendo un supremo esfuerzo por
controlar sus temores y tratando de convencerse de que aquellas cosas no
eran nada más que un producto de su imaginación, comenzó a caminar
hacia adelante con dirección a esos seres espectrales; pero tan solo
consiguió dar un par de pasos. Sus zapatos quedaron solados a la madera,
bajó la vista para ver lo que le impedía su avance pero no puedo ver
nada; las piernas no le respondían. Levantó la cara y para su pesar, las
sombras comenzaron a acercársele levitando en forma silenciosa…"
Fragmento de la novela: El Visitante Maligno II de Fernando Edmundo Sobenes Buitrón
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