"Abajo;… escuchó los gritos además de la sobrenatural y poderosa voz que pronunciaba el nombre de su hijo cual grito de un demonio emergiendo del averno. Trató de levantarse; más resbaló debido a que el piso se había convertido en una especie de pista de patinaje, a causa de la sangre congelada. En ese instante y dando un espeluznante chillido, la rata dio un brinco aterrizando en su rostro; hundiendo sus afilados colmillos y garras como dagas en la fina y blanda superficie. Mordiendo sin cesar y escarbando con frenesí, arrancando pedazos de piel y músculos. El inmenso dolor que sintió la mujer hizo que emitiera un agudo y desesperante grito al tiempo que de un manotazo, consiguió que el roedor la soltara cayendo al piso; rodando, deslizándose y chocando contra la pared. …se tocó el rostro en donde fue atacada y pudo verificar con terror que tenía varios orificios y cortes de donde escurría abundante sangre. Miró hacia la derecha y pudo ver una botella de vino bajo una de las cajas. En ese momento; la rata volvió a atacar esta vez al brazo, causándole otra herida."
" Las lesiones le dolían y ardían de un modo terrible: — «debo hacer algo»— pensó— y se estiró alcanzando la botella. El animal estaba dando la vuelta para saltar nuevamente, cuando…; haciendo un máximo esfuerzo, arrojó la botella con todas sus fuerzas en dirección del roedor atinando de lleno en su cabeza; la cual producto del golpe estalló, quedando allí en el suelo destrozada y salpicando la pared con los repugnantes contenidos de su cabeza."
"Tomando aliento, logró ponerse de pie a fin de ir a socorrer a sus hijos. Consiguió dar un par de pasos cuando nuevamente empezó a escuchar los siniestros murmullos. Aquello ruidos que la condujeron a a ese lugar. En aquel momento fue capaz de notar que todo el piso se movía. Las cosas en el sótano empezaron a desplazarse llevados por una fuerza invisible proveniente del subsuelo. La sangre en el rostro y la pobre iluminación le impedían ver con claridad. Limpió su con la manga de la blusa. Y finalmente pudo aclarar su visión; más, permaneció en el sitio inmóvil a causa del espanto de lo que veía a su alrededor."
"—No, ¡Dios mío! No, por favor…"
Fragmento de la novela: “El Visitante Maligno” de:
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