jueves, 26 de abril de 2012

CAPITULO II




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CAPÍTULO II
(Para móvil)

-    ¿Has visto como está aclarando el cielo, la tormenta se fue muy rápido, no te parece Peter? qué extraño – comentó Jeff -
-    Si, en verdad, la luna está muy brillante. Deberíamos de estar llegando ya al puesto de los muchachos – respondió Peter -
    Siguieron avanzando por la carretera y el lago ya no se divisaba, los árboles lo cubrían haciendo la vía un poco más angosta. Abruptamente de los matorrales, salió un venado corriendo velozmente atravesándose por la carretera. El reflejo de las luces de la patrulla hizo que sus ojos se vieran brillantes, rojos, por un segundo; a duras penas el vehículo dio un frenazo y logro detenerse. El animal siguió su carrera a toda velocidad y se estrelló de cabeza contra un árbol.
-    ¡Carajo! ¿Viste eso Jeff? – Exclamó Peter - Parecía que quería embestirnos. ¿Pero qué diantres le pasó a ese venado?
Descendieron del vehículo y se dirigieron al lugar donde estaba el animal.
    La luna, a pesar de que ahora estaba muy clara, no permitía distinguir muy bien las condiciones del venado. Caminaron hacia éste que se encontraba a unos quince metros y Jeff encendió la linterna.
-    ¡Dios mío! - exclamó Peter -
    Una de las astas del animal se había partido producto del choque contra el árbol, la otra se había introducido en la corteza. Sus patas temblaban  en un espasmo. La cabeza, del lado en que faltaba parte de la cornamenta, manaba abundante sangre brillando con el reflejo de la luz de luna y emergía parte del cerebro, brotaba sangre y espuma por su hocico: las sacudidas incontrolables  dominaban su cuerpo haciéndolo emitir un horrible bramido de dolor. Su sufrimiento era terrible.
-    No podemos ayudarlo, Peter. – dijo Jeff -
-    Tienes razón Jeff, no hay nada que hacer. ¿quieres que yo…?  - señalando hacia su pistola -
-    No, gracias Jeff, yo lo hago.
    Peter extrajo su pistola de la funda  y se acercó al venado que seguía sangrando y  abría los ojos desmesuradamente, la masa encefálica le colgaba por un lado de la cabeza. El bramido se hizo mayor; ahora no era la misma sensación, de sufrimiento  – podían sentirlo – se percibía su furia, su rabia. El animal trataba desesperadamente de desprenderse del árbol.

El Sheriff acercó la pistola a la cabeza del animal.Lo siento amiguito, es para que  no sufras más.
    Los bramidos se mezclaron con el disparo que retumbó en la noche. El proyectil atravesó la cabeza del venado lateralmente destrozándole lo que le quedaba de cerebro. Pero el animal no cayó.  Seguía luchando por zafarse, ahora tenía los ojos más abiertos  e inyectados de sangre, su mirada despedía odio.
Ambos estaban sorprendidos:
-    ¿Cómo era posible que no haya caído? -  pensó Peter -,  ¿habré fallado?
    Alumbró hacia el lugar donde había disparado. El orificio ensangrentado de entrada y salida le daba la respuesta.
    Volvió a apuntar a la cabeza al animal, para darle el tiro de gracia, cuando repentinamente una sombra enorme los sobrevoló, solo fue un instante, pero todo se oscureció por un par de segundos.
-    ¿Qué fue eso Peter? ¿viste algo? – preguntó Jeff.
-    No pude ver nada. ¿qué pudo haber sido eso? – contestó Peter -
    El venado seguía frenéticamente tratando de zafarse, y nuevamente apuntando ahora a la base de la cabeza, Peter disparó.
    El animal se quedó quieto por unos instantes luego de recibir el segundo tiro, después, comenzó nuevamente a moverse, continuaba desesperadamente tratando de liberarse. Peter y Jeff retrocedieron unos pasos sorprendidos, no comprendían lo que pasaba, súbitamente el venado logró zafarse dejando clavada su asta en el árbol, volteó hacia donde estaban ambos hombres con la mirada en blanco, bañado en sangre, dio dos pasos y cayó fulminado.
    Ambos se miraron confundidos a la vez que sorprendidos. Allí estaba el animal tendido en el piso. No salían de su asombro.
-    ¿Oyes eso?  - preguntó, Peter-
-    No, no oigo nada – contestó Jeff -
-    A eso me refiero, no hay ningún ruido, todo está en silencio.
    Era cierto. No solamente todo estaba en calma; lo raro era que no se oía absolutamente nada, ni el ruido de los grillos, ni el movimiento de las hojas de los árboles al ser agitadas por el viento, no. No había ningún tipo de ruido. Era como si todo se hubiera paralizado. Igual que en una fotografía, todo estaba inmóvil y no se escuchaba ni un alma.
    Ambos hombres estaban desconcertados, extrañados por esa situación, cuando sonaron sus receptores de radio sobresaltándolos.
-    Jefe Donovan, jefe Donovan, aquí central.
-    Adelante central, utilice los códigos – contestó Peter -
-    Disculpe Tornado,-  era la voz de Jack -. aun continuamos sin contacto con Relámpago 2. Los otros relámpagos no reportan novedades.
-    Está bien central – respondió Peter - continúe tratando de comunicarse con ellos, nosotros estamos llegando a la zona.
-    Comprendido Tornado, cambio y fuera.
    Los policías retornaron al vehículo en silencio, meditando sobre el momento que acababan de vivir. La luna había descendido  a la mitad del cielo y se lucía rojiza.
-    ¿Crees que les haya sucedido algo malo a los muchachos?  - preguntó Jeff -. Es raro que no se hayan comunicado.
-    Ya veremos lo que ha sucedido, sólo faltan unos kilómetros para llegar a su ubicación.- Respondió Peter -
    Siguieron conduciendo por unos minutos por la carretera en medio de los pinos y entraron a una vía recta donde se podía ver nuevamente el lago.
-    ¡Qué olor tan horrible!,  - exclamó Peter -
-    Sí, es como de un zorrillo o algo así – secundó Jeff -
-    ¡Pero qué demonios!  - exclamó Peter -
    A lo lejos se podía divisar en el camino unos bultos a ambos lados de la carretera. Se acercaron más con el vehículo y por fin,  les fue posible ver lo que era. Venados muertos tirados en el asfalto, con los hocicos y ojos muy abiertos que expresaban terror, no menos de treinta estaban dispuestos a lo largo del camino de esa forma.
    Descendieron del vehículo encendiendo las luces más fuertes de los faros, con las escopetas en mano y la otra cubriéndose la nariz y la boca. Acercándose al cuerpo del primer animal, la fetidez de la putrefacción les producía arcadas. Las moscas revoloteaban el cadáver produciendo un zumbido infernal; el vientre del animal estaba abierto y todo su interior estaba esparcido en el piso, parecía haber explotado, todos los cuerpos se encontraban de ese modo, infestados por larvas y gusanos.
    No había signos de lucha, ni rastros de algún otro animal. Tampoco hallaron huellas de vehículos o algo que indicara que los animales hubieran sido muertos en algún otro lugar y trasladados allí; y por la putrefacción de los cuerpos por lo menos debían de tener unas veinticuatro horas de fallecidos.
-    Jeff, aguantando las náuseas, tocó a uno de los animales.
-    Peter, todavía está caliente.
-    ¿Qué?  - preguntó Peter -, ¿A qué te refieres?
-    El cuerpo del venado aún está caliente.
-    No puede ser, -  dijo Peter - tocándolo también -. ¡Mierda!, tienes razón,  está caliente, vamos a ver a los otros.
    Fueron acercándose a los otros cuerpos y constataron que todos conservaban el calor corporal como si estuvieran vivos.
-    ¡Esto no puede ser posible! – Peter exclamó -. Por el estado de descomposición ya deberían de llevar unas cuantas horas muertos además, la tormenta, la lluvia debería de haberlos enfriado y por la fuerza de esta, los órganos deberían de estar esparcidos, la sangre….
-    Pero, ¿si les cayó un rayo?  - Interrumpió Jeff -
Peter lo miró y dijo: no lo creo, no hay ningún rastro de quemaduras, ni en los cuerpos, ni en a la vegetación, tampoco en el asfalto.  Vamos a buscar a los muchachos.
    Les era imposible seguir en el vehículo, los cuerpos de los venados obstruían el paso así que tuvieron que continuar a pie.  La luz de los faros de la camioneta los alumbraba desde atrás mientras avanzaban por la carretera a través de los cadáveres de los animales, las sombras de ambos se proyectaban sobre los árboles y hacían que se vieran como dos gigantes que a medida que se acercaban hacia el otro lado, se hacían más cortas.
    En ese momento, escucharon un disparo, luego otro, y otro más; sintieron el sonido inconfundible de las balas volando sobre sus cabezas.
¡Al suelo, nos están disparando!,  - gritó Peter -
    Se arrojaron al piso, mientras los disparos continuaban. Pero ya no eran hacia la dirección  donde se encontraban.
-    ¿Ves algo? - preguntó Peter -
-    No, no veo nada,-  respondió, Jeff -
Nuevamente los disparos y  gritos de desesperación.
-    ¡NO!, ¡CARAJO!, ¡NO!   ¡SOCORRO, AYÚDENME!
-    ¡Es la voz de Franklin!,  - dijo Jeff -
-    Vamos a ayudarlo,  - intervino Peter -
    Las detonaciones proseguían y en ese instante vieron a Franklin que salió corriendo de espaldas de entre los arbustos, disparando hacia los árboles.
¡Franklin, Franklin!, ¿qué sucede? ¿A quién disparas? - le pregunto Peter -
    El policía estaba pálido, el terror lo hacía temblar, los ojos los tenía muy abiertos, la pistola en sus manos se encontraba con el conjunto móvil hacia atrás sin proyectiles, pero él trataba de seguir disparando en vano.
Peter y Jeff levantaron sus escopetas apuntando hacia los árboles y se acercaron a Franklin.
-    ¿Qué hay allí? ¿Qué te estaba atacando? ¿Dónde está Michael? - le pregunto Jeff -
-    ¡Allí vienen, allí vienen!, - respondió Franklin sudando, y temblando -. ¡Allí están!
    Primero escucharon chillidos similares a cerdos, luego se multiplicaron transformándose en gritos de personas y lamentos. Luego voces claras de hombres y mujeres, suplicando por ayuda y profiriendo insultos. Era el sonido de un tumulto de personas.  Los gritos se hicieron desgarradores, escalofriantes y venían de allí, del lugar donde hacía unos instantes, el policía había estado disparando.
    Los arbustos empezaron a moverse y entonces, aparecieron de la nada, una manada de animales, negros, peludos, enormes, con cuerpo de jabalí, colmillos y rostros humanos con ojos de fuego que los sorprendieron lanzándose sobre ellos, gruñendo y riéndose.
    Peter y Jeff dispararon sus escopetas sin éxito.  Las bestias los arrojaron al piso mientras los hombres trataban de protegerse cubriendo sus cabezas con los brazos. Empezaron a morderlos por todas partes; los gritos de dolor de los policías se oían retumbar en el bosque mientras las bestias reían y gruñían. Hasta que se fueron corriendo hacia el lago y desaparecieron en el agua.
    Jeff y Peter se levantaron del piso espantados por lo que había sucedido, las cabezas les estallaban de dolor y se sentían mareados. Franklin estaba todavía en el suelo, vomitando. Poco a poco fueron reponiéndose y comenzaron a correr en dirección al vehículo que  estaba más allá con las luces encendidas.
    Llegaron al lugar donde estaban los venados muertos, los tres se encontraban sin respiración, proseguían espantados por lo que había sucedido.
-    ¿Qué fue eso? carajo ¿Qué mierda fue eso?  - preguntó Jeff -, casi sin aliento
-    ¡Nos estaban persiguiendo!, ¡querían matarnos! -  dijo Franklin -
    Recobrando la respiración, e incorporándose, Peter miró a sus hombres y se comenzó a palpar el cuerpo, comprobando que no tenía ningún tipo de herida, tan solo su ropa estaba sucia, inmunda, por haberse revolcado en la vegetación. Se hallaba cubierto de barro, las huellas de pezuñas de animal estaban por toda su ropa al igual que Jeff y Franklin, pero no estaban heridos.
-    Vamos a calmarnos – dijo Peter -
-    ¿Qué fue lo que pasó?  - preguntó Jeff -. ¿Qué mierda fue eso?
Franklin se encontraba aún en estado de shock y  no profería palabra.
-    Franklin, ¿qué pasó? - le preguntó Peter -
El policía no contestaba y continuaba mirando con terror hacia atrás.
Peter lo sujetó de los hombros con fuerza sacudiéndolo.
-    Franklin ¿Qué pasó allí atrás? contéstame, tienes que sobreponerte.
Franklin  miró a Peter, luego a Jeff y empezó a balbucear.
-    Noso… Nosotros, Michael yo estábamos yendo hacia el lago, revisando por si había alguna persona bañándose y advertirlos de la tormenta.
Peter se percató que se habían olvidado de Michael.
-    ¿Dónde está Michael? ¿Dónde lo dejaste? - preguntó Jeff -
-    No sé, - respondió Franklin -, estábamos corriendo juntos y nos separamos al llegar al camino. No sé en dónde está.
-    Tenemos que ir a buscarlo. -  dijo Peter - Hay que encontrarlo.
-    ¡NO!, - gritó Franklin -, ¡no quiero volver allí!
-    Tiene razón jefe, no podemos hacer nada, al menos solos. Volver allá sería un suicidio. – dijo Jeff -
Peter permaneció en silencio meditando.
-    Tienes razón Jeff, pide refuerzos, que despierten a todo el personal que está durmiendo, dejen solamente dos puestos cubriendo el pueblo y la entrada, que el resto venga acá de inmediato.  - ordenó Peter -
-    Si, jefe. - contestó Jeff - y se comunicó con la central. La pestilencia y los insectos revoloteando los cadáveres de los venados  aumentaba.

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